Vamos
a presentarte a una familia única en su tipo. Las flamantes integrantes de esta
familia son emblemáticas figuras de muchos países, flores nacionales; son
categóricamente rutilantes, por diversas razones: por su relación con la historia
humana y diversas culturas en todos los continentes; por su número de especies, variedad de tamaños, inflorescencias y por
los colores, formas y exquisitas fragancias de sus flores. Sin más preámbulos te
presentamos entonces a la familia orchidaceae. Su denominación científica ya
debe de estar dándote vueltas en la cabeza. Claro que sí, las integrantes de
nuestra presente familia son las célebres y codiciadas orquídeas.
A
esta familia pertenece una amplísima gama de miles de especies (al respecto,
como suele suceder con el reino vegetal,
es difícil obtener un claro consenso de su número) entre 25.000 y 30.000
especies aprox. distribuidas en unos 800 géneros, eso sin contar con las
especies obtenidas por horticultores de
todo el globo en procesos de hibridación, lo que nos arrojaría una adicional e increíble
suma de más de 50.000 especies.
Otra
cosa increíble de las orquídeas es su formidable capacidad de adaptación la
cual, durante millones de años, les ha permitido conquistar hábitats
imprevistos fuera de la línea ecuatorial. Porque por extraño que parezca,
muchas de estas especies han logrado
adaptarse a los ambientes más hostiles del planeta, aunque por obvias razones su conquista no ha logrado
llegar a los polos y los desiertos. Dese luego que es en las zonas tropicales y
subtropicales donde más se les puede encontrar en número y diversidad, en ese
sentido Colombia ocupa un lugar preponderante siendo el segundo país del mundo
con más especies de orquídeas (2.723), superado solo por Ecuador con unas 3.549.
Así
que nuestras protagonistas pueden
encontrar nichos ecológicos a nivel del
mar o a una altura que se acerca a los
5.000 msnm, es decir, justo donde la vida se abre camino entre páramos y
temperaturas tremendamente frías. Hermosas, coloridas, extrañas, insólitas las
orquídeas tienen peculiaridades, y hasta extravagancias, que son auténticos
hitos de la naturaleza. Solo imagínate un par de orquídeas que no pueden verse
con los ojos (Campylocentrum grisebachii;
Bulbophyllum minutissimum, sus flores son solo de unos cuantos milímetros); y otras que pueden tener alturas
que bien hacen sonrojar a un esbelto árbol; otras más crecen en increíbles y
estrechos grupos florales que pueden pesar cientos de kilogramos (ciertos ejemplares del género Grammatophyllum);
y si de su exquisito aroma no hay
confusión, por mencionar una última del inconcebible número de especies,
tenemos a la Vanilla planifolia, la
cual aromatizaba el chocolate de los aztecas y hoy por hoy nos regala una de
nuestras especias favoritas, piensa en ello cuando saborees un delicioso helado
de vainilla chips.
De
suerte que entre el amplio espectro de especies orquidáceas podemos encontrar
muchas que son terrestres, trepadoras, litofitas
(que habitan en piedras) y epífitas (habitan en troncos y arboles). En
resumidas cuentas: las orquídeas no se resignan a pasar su vida de la misma forma,
son un regio ejemplo de lo que la selección natural puede conseguir con tesón,
inventiva y mucha, pero mucha paciencia traducida en millones de años de
ensayos y errores.
Pero
hablemos un poco de las epífitas, aquellas orquídeas sobre las que más se tejen
rumores. Uno de ellos, por su extrema longevidad, le ha granjeado a las epífitas el atributo popular de ser
inmortales. Cosa que no sabemos con certeza. Lo que sí se puede afirmar es que
las epífitas guardan estrecha relación con el árbol que les ofrece sustento, de
suerte que algunas que fueron recolectadas hace siglos por botánicos de
entonces, hoy siguen floreciendo ante la vista maravillada de unos y otros. En
esa misma línea, siempre ha habido confusión sobre su interés por los árboles, no
obstante la ciencia botánica ya ha dado su veredicto: las epífitas, como todas
las orquídeas, no tienen afición por ser parásitas, el árbol o tronco donde se las
halle solo les sirve como medio de soporte. De cualquier manera, la ingeniería
natural de las epífitas resulta ser sencillamente un triunfo de la vida.
Ahora
bien, si a grandes rasgos seguimos rindiendo honores a su majestad, la orquídea,
debemos mencionar que las complejidades de sus flores lo son tanto por ornato
como por funcionalidad, en ese sentido la familia orchidaceae especializa a
cada uno de sus ejemplares en función de sus polinizadores y estas
interacciones son toda una historia de romance y pasión que tal vez no tenga
semejante ni en el reino vegetal ni en el animal.
No
hay el menor atisbo de exageración en la anterior afirmación, tan precisa comunión natural donde los
intérpretes saben muy bien qué es eso de armonizar con los ritmos de la
naturaleza es, sinceramente, difícil de encontrar. Así, polillas, moscas, mosquitos,
abejas, murciélagos, aves, algunos reptiles y hasta sapos ayudan a la
reproducción de las orquídeas cuando, por los motivos más razonables como
insólitos, van por néctar y polen, atraídos por las formas y los olores de las
flores de la familia orchidaceae.
Dicho
todo lo anterior, no resulta, pues, extraño que hoy en día estas flores sean
tan codiciadas; presumir de tener orquídeas en un jardín es en verdad toda una
prerrogativa, y si se tienen de las más exóticas todavía más. Y a decir verdad
sus cuidados no son complejos: todo obedece a una sencilla armonía entre luz,
agua y temperatura; un feliz propietario de un grupo de orquídeas bien
consentidas puede asegurarse las visitas matutinas de colibríes y otras aves. Dicho
todo lo anterior, ya sabemos lo que cruza por tu mente… De manera que te gustaría una orquídea para tu jardín, échale
un ojo entonces a su amplio catálogo y recuerda… ¡las colombianas son las
mejores!